Las amenazas de muerte han crecido un año después del asesinato de Berta Cáceres


Tomás Gómez, coordinador general del COPINH, denuncia la persistencia de las amenazas y el endurecimiento de la criminalización de las protestas
Ha sufrido varios intentos de asesinato, el último la pasada semana, cuando irrumpieron en su casa de madrugada
"Berta era una de esas figuras que no nacen todos los días, estaba hecha de otra madera", recuerda su amiga, la cantante y activista Karla Lara

El COPINH ha organizado movilizaciones esta semana con motivo del aniversario del asesinato de Berta Cáceres | Imagen: COPINH
El COPINH ha organizado movilizaciones esta semana con motivo del aniversario del asesinato de Berta Cáceres | Imagen: COPINH


“Si nos matan, continuemos, compañeros y compañeras”, decía Berta Cáceres a Tomás Gómez Membreño. Hoy, a un año de su asesinato, el  Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras sale a la calle bajo el lema unánime de “Berta vive, el COPINH sigue”. Y sigue, pero sin Berta, golpeado aunque firme y fortalecido en su lucha, en el que ha sido probablemente el año más difícil desde su fundación, en marzo de 1993.
Tomás Gómez asumió la coordinación general del COPINH después del 2 de marzo de 2016, el día en que dos hombres armados irrumpieron en casa de Berta Cáceres, en el municipio de La Esperanza, disparándole y acabando así con la vida de una de las voces más destacadas de la lucha por el territorio de los pueblos indígenas de Honduras.
Era una muerte anunciada. Ella misma había hablado de ello meses antes a este diario. “Sabíamos que nos iban a asesinar, a ella, a mí, antes o después, estábamos en eso, viendo de qué manera evitarlo, pero no estábamos preparados”, reconoce Gómez en conversación con eldiario.es. “Fue una pérdida muy grande para el COPINH y para el pueblo lenca, algo como convertirse de repente en un televisor que no sirve, por el que no corre la señal, qué íbamos a hacer”, se preguntaban.
Berta era una gran tejedora de relaciones, coinciden quienes la conocieron. Incansable. La lucha era su casa, dicen. A su muerte, tocaba comprobar que todo lo que había construido se sustentaba sobre cimientos firmes. Tomás explica que decidieron visitar a las comunidades para saber qué significaba el COPINH para ellas, cuál era su posición, y descubrieron que tenían claro quién había detrás del asesinato de Cáceres.
“Ahí vimos que es real ese poder popular que estamos construyendo, que estamos bien forjados, si no hubiera sido así, el COPINH habría desaparecido, 2016 ha sido nuestra gran prueba de fuego”, destaca Gómez, y vuelve a recordar las palabras de Berta: “A más represión, a más asesinatos, más lucha y organización”.
 

El lugar más peligroso para defender el medio ambiente

Un año después de aquel 2 de marzo, al tiempo que se celebran homenajes que recuerdan la vida de Berta Cáceres en todo el mundo, la persecución y el hostigamiento persisten. “La criminalización y las amenazas a muerte han crecido. Continúan los intentos de asesinato porque quieren callar las voces del COPINH, quieren que nos sometamos a las decisiones de la empresa privada, del poder económico y político, pero cuanto más nos intenten asesinar, más vamos a seguir luchando y defendiendo los territorios”, denuncia el actual coordinador general de la organización.
A Tomás Gómez lo han intentado matar seis veces. Él acusa al Ejército hondureño y a las empresas privadas vinculadas a los grandes proyectos. La última vez fue hace una semana. “Vinieron a buscarme a las tres de la madrugada a mi casa, asustaron a mi familia, mi esposa y mis hijos se levantaron y empezaron a hacer bulla, un perro empezó a ladrar, hubo escándalo… si no, no sé qué escenario estaría viviendo en estos momentos”, dice.
El pasado 9 de octubre dispararon contra la camioneta que conducía cuando iba camino a su casa tras una reunión. “Lo que pasa es que yo casi no denuncio mis atentados porque genero una crisis tremenda en mi familia. Eso es lo que más me preocupa”, confiesa.
Después de Berta, en el COPINH han tenido que despedir a más compañeros. Nelson García, de 35 años, líder de la comunidad de Río Chiquito, fue asesinado de cuatro disparos en el rostro el 15 de marzo cuando regresaba a su casa tras el desalojo forzoso de más de un centenar de familias lencas. Cuatro meses después, el 6 de julio de 2016, aparecía en un vertedero el cuerpo sin vida de Lesbia Yaneth Urquía, activista contra la construcción de un proyecto hidroeléctrico en el departamento de La Paz.
Hace un mes, la organización Global Witness publicaba un  informe en el que señalaba que Honduras es el país más peligroso del mundo para defender el territorio y el medio ambiente. Desde el golpe de Estado de 2009, señalan, han sido asesinados 123 activistas. La cifra sigue aumentando.
El 17 de febrero, unos desconocidos mataron a José de los Santos Sevilla, maestro y líder indígena tolupán de la comunidad de La Ceiba, en el municipio de Orica. Así lo ha denunciado la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH), en un  comunicado en el que asegura que los pueblos indígenas de Honduras se enfrentan a “una guerra de exterminio”.

Un año sin #JusticiaparaBerta

Y todo ello en medio de la más clamorosa impunidad. Según Global Witness, más del 90% de estos crímenes queda impune. Es otra de las luchas: la justicia. A principios de febrero de este año fue detenida la octava persona en relación con el asesinato de Berta Cáceres.
Se trata de Óscar Aroldo Torres Velázquez, de 22 años. De los otros siete detenidos, dos mantienen relación con la empresa Desarrollos Energéticos S.A. (DESA), la propietaria del proyecto hidrológico de Agua Zarca: Sergio Ramón Rodríguez, ingeniero ambiental y Douglas Geovanny Bustillo, antiguo jefe de seguridad de DESA; mientras que otros tres tienen vínculos con el ejército hondureño, Edison Duarte y Henry Javier Hernández Rodríguez, oficiales militares retirados; y Mariano Díaz Chávez, veterano de las fuerzas especiales e instructor de la policía militar.
La investigación del asesinato y el proceso judicial también están siendo fuertemente cuestionados. Amnistía Internacional la califica de “vergonzosamente insuficiente” porque "no ha identificado a quienes ordenaron su muerte” y por la ausencia de mecanismos eficaces de protección a los defensores y defensoras. Ello demuestra, según Erika Guevara-Rosas, directora para las Américas de AI, “la falta de interés de las autoridades de Honduras en que se haga justicia”.
Para el COPINH, sostiene Tomás Gómez, no habrá justicia mientras no se cumplan estas cinco premisas: “La creación de una comisión de investigación independiente, la salida del proyecto hidroeléctrico de Agua Zarca y la cancelación de la licencia ambiental a la empresa DESA, la desmilitarización del pueblo lenca, la cancelación de las 52 concesiones a proyectos en el territorio lenca, y la cancelación de la ley de minería estatal”.
Honduras parece avanzar en la dirección contraria. En pleno año electoral (en noviembre habrá elecciones presidenciales), el Congreso aprobó la pasada semana una reforma del Código Penal que ha sido comparada con la “ley mordaza” española. En ella se tipifica el delito de terrorismo y podría utilizarse para llevar un paso más allá la criminalización de las protestas y la persecución que padecen los defensores de derechos humanos. La propia Corte Interamericana de Derechos Humanos y las Naciones Unidas han alertado de los riesgos que supone para la libertad de expresión.
"Al Estado no le gusta que nosotros denunciemos", resume Gómez. "Lo que les interesa es perpetuarse en el poder, que el poder económico esté feliz y detener las movilizaciones y las denuncias en contra del gobierno para favorecer a las empresas. Lo que interesa en este país es el derecho a despojar el territorio".

El legado de Berta

"A Berta la asesinaron porque representaba una amenaza, una oposición fuerte para la empresa privada no solo en los medios de comunicación sino también en los territorios. Uno de los propósitos era acabar con el COPINH y eso solo podían conseguirlo matando a Berta y metiéndonos presos a nosotros", afirma Tomás Gómez, quien denuncia el acoso y persecución que sufrió por parte de la policía en los días posteriores, en los que se le trató de acusar del crimen junto a otros compañeros de la organización.
Un año después Berta sigue presente y todavía hay a quien le cuesta “recomponerse del luto”, como a su amiga personal, la cantante y activista Karla Lara. Karla conoció a Cáceres en los años en que fue coordinadora de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos, en particular desde el año 2013, cuando se intensificaron las amenazas contra ella y tuvo que encargarse de organizar su acompañamiento.
“Berta era una caminante incansable, su pensamiento político era muy abarcador y vanguardista, era una de esas figuras que no nacen todos los días, estaba hecha de otra madera”, cuenta a eldiario.es. Tanto Karla como Tomás recuerdan su gran capacidad pero, sobre todo, la alegría. Cuenta Tomás que no olvidará estas palabras que solía decirle: "Puede que estemos jodidos pero con alegría, jamás nos van a quitar la alegría, aunque nos estén amenazando, aunque nos estén matando, la alegría hay que mantenerla"
“Berta siempre andaba contenta, era muy buena compa, muy leal y tenía una forma muy especial de demostrártelo”, rememora la autora de la canción “ Que corra el río Gualcarque”, en la que homenajea a la guardiana de los ríos.
"De dónde tantas Bertas" se preguntaba Karla en la canción, que compuso cuando ella aún vivía. "Me contaron un secreto, son espíritus tan viejos, son espíritus ancestros que le dan fuerza a los cuerpos", prosigue. Y de algún modo la letra parece cumplirse. El "Berta volverá y será millones", el "Berta no murió, se multiplicó" que llena hoy pancartas, murales y gargantas.
"Eso es real -concluye Tomás- Berta no ha muerto. Berta se ha multiplicado. Berta nos está acompañando, nos guía, nos forma, porque Berta pasó a ser la mayor de los abuelos y abuelas lencas. Berta nos acompaña".

http://www.eldiario.es/desalambre/asesinato-Berta-Caceres-defenderemos-territorio_0_617689234.html

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